Desde
la ventana podemos ver a quienes asisten el visionado de hoy. Jóvenes
fotógrafos caminan de lado a lado de la galería como penitentes que intentan
memorizar un discurso ante el Obispo. Otros, más informales, arriesgan su
cuerpo a la solidez del piso para estirar las piernas. Todos esperan portafolio en mano; unos con resistentes cajas
de lino, otros con discos duros extraíbles; los más con estuches de
conservación en los que reposa un largo tiempo de trabajo… Bueno, tal vez están
más llenos de esperanzas que de imágenes.
Poco a poco me detengo a ver esta
extraña fauna que busca en sus dedos la
mínima existencia de una uña para triturarla a dentelladas. Seres que miran nerviosos las pantallas de sus móviles
como un corredor de bolsa en Wall Street vigila la pizarra; solo que aquí, la
moneda son “likes” dispuestos en
contadores con sonidos personalizados.
Cada publicación es sometida a la mirada ajena sin importar si su respuesta es
sincera o un furtivo intercambio de monedas virtuales.
II
Temprano, desde el segundo piso, vimos
colocar las mesas con manteles blancos en el lugar mejor iluminado de la sala y,
aun sin estar listas, ya algunos habían desparramado
varias copias para pulsar la opinión de los amigos y curiosos. Abajo, pasaban de
un lado a otro, unos treinta jóvenes que aspiran la representación de su país
en el XIII Encuentro Internacional de Fotografía que se realizará en el recién
inaugurado Museo de la Fotografía de
Madrid bajo la curaduría de Moriart León, un latino que se ha caracterizado por
su agresiva oposición a lo que considera cerrados y obsoletos fundamentos del derecho
de Autor.
Ya con el transcurrir de la mañana,
habían aparecido los que determinan la aceptación de las nuevas referencias
fotográficas partiendo de los proyectos de
los aspirantes. Estos señores ya curtidos en estas lides actúan en
representación de eso que algunos llaman “la institucionalidad del arte”. Cinco
cubículos fueron dispuestos de tal modo que desde lo alto algunos curioseaban y
fotografiaban la escena. Ahora puedo decir que las cámaras quedaron en casa. El cortejo de
marcas y de longitudes focales por fin, dio espacio al desfile de ideas, temas,
foto secuencias, series, ensayos, registros de instalaciones entre otras formas discursivas
de sus obras. Así es, ya los pantalones largos tomaron su lugar en estos artistas
que no dejan de tratar de adivinar qué
trae el compañero de al lado y, en una mesita improvisada, dar una última
revisión con los más cercanos para aplacar ese extraño sentimiento de temor al
juicio
Esta convocatoria es como una pasarela
en la que confluye una fauna diversa. Como era de esperarse, en esta vitrina de
impacientes no falta quien es seguido por vivaces satélites, un pequeño grupo
de seguidores que le permiten irradiar
con más fuerza su presencia que se puede sentir desde donde estoy. La escena me
recuerda las migajas de pan que flotan en los estanques rodeados de pececillos
que se alimentan de él. Este aspirante está convencido de la solidez de sus
planteamientos fotográficos decantados por su genialidad que, como un ángel guardián,
le dicta razones para pensar que su obra pertenece a un mundo distinto: un
éter, una dimensión superior habitada por
una petite
élite que no necesita de una
formación ni de un oficio, pues el talento humedece su piel en cada obturación
otorgándole un manto de originalidad supraterrena. Para él, conocer los gustos
de quienes llevarán la tarea del visionado, le permite adecuar el tono y el
tema de su discurso condimentado por la arrasadora presencia de su juvenil ego; un yo singularísimo forjado de alabanzas como una gran
concha de nácar que sirve de guardián de su anorexia visual. Su límite tribal
es virtual. Sus fotos se extienden en las mesas para ser objeto de nuevas imágenes desmaterializadas que invaden en tiempo real su batallón de
redes constructoras de estatus.
A mi izquierda no puedo evitar escuchar
a otro espécimen, Alguien
que prefiere la conversación en torno a sus héroes y modelos. Este muestra más equilibrio, lo que le permite una técnica
perfecta como respuesta a sus pensamientos atados al visor. Es acucioso, exigente por naturaleza,
actúa como si su ojo derecho fuese un
verdugo que desata su furia contra todo aquello que huela a cliché, a cosa
obvia. En fin, a todo aquello que le
reste hilo al manto de perfección y originalidad que cubre su obra que, a su criterio nunca
alcanzara el olimpo de sus inmortales dioses.
Más allá,
hacia la ventana panorámica, esta otro representante
de esta selva de prospectos. Uno más solitario, más silencioso; Alguien que se delata por el fotoparpadeo: esa especie de tic
nervioso que lo hace fotografiar obturando con sus ojos, como por instinto. Es de esos chicos cuyo cerebro parece ser efervescente
en horas nocturnas. Se me antoja que es de los que, a media madrugada, encuentra
el hilo de un discurso que no había entendido desde hace meses. Ese es el que en
cada sueño ve su portafolio convertido en fotolibro; pero, por alguna razón, esa visión se desvanece y lo olvida en cada
despertar para iniciar una vez más el interminable ciclo de objetos no creados.
A mi
derecha, desde mi atalaya diviso a uno más
interesante aun: el que se mueve como
por inercia e intenta dominar su visión de futuro. Su mirada está adelantada
con respecto a la realidad. este especimen crece
en deuda con el tiempo; vive visualmente en cámara lenta, mientras su cuerpo y
sus ideas corren de manera estrepitosa para enfrentar su olvido con proyectos cargados
de lo que él considera de una originalidad casi absoluta. Desde aquí, lo veo emprender acciones que al
final esperan yertas en su morgue de lo no concluido.
Pero
mis ojos se detienen en su recorrido en el que en silencio garabatea su libreta. Él observa desde una mesa mientras absorbe un café que parece resucitar de
entre el vacío. Desde aquí veo sus dibujos y anotaciones que no alcanzo a leer; son como fotografías futuras de industrias desoladas que mira en su recorrido
diario por las calles. Los personajes son pequeñísimos como niños que encuentran las ruinas de
un parque de diversiones que respiraba humo en sus vidas pasadas. En algunas zonas se asemeja a una
ciudad de postguerra en la que una ausencia oxida sus cimientos. Los dibujos deeste joven recuerdan bosquejos de imágenes de
Shore, Golhke u otros habitantes del vacío urbano; pero lo de este chico es una
fusión extraña, su comportamiento es el de un artista urbano con una
personalidad cambiante cuyos estados de ánimo provocan actos que van, desde la
delicada manera de asir la taza de café, pasando por la demostración efusiva y bulliciosa del encuentro con algunos de su entorno,
hasta el sombrío ensimismamiento que lo lleva a las últimas páginas de su
libreta donde hace diagramas de nuevas ideas perfectamente trazadas. Tan cambiante
el personaje que, sólo por divertirme, miré el almanaque de mi móvil para
conocer la próxima llegada de la luna llena e imaginarme si se convertiría en
hombre lobo o sacerdote,
III
Rebotando
en las paredes llega hasta mi un Tic...
tic... tic... Ese sonido…ese sonido…qué recuerdos gratos trae a mi mente… Tic… tic…
tic… viene de uno de esos viejos relojes negros de cuartoscuro; esos que acunan
asombros atrapados en la penumbra de una luz roja y que ahora, como
representante de un geriátrico de tecnología, intenta en vano sonreír a los que fijan sus ojos en el movimiento de sus agujas. (Definitivamente no fue hecho
para ser jovial, sino para crear un orden incorruptible al servicio de Cronos.) De pronto, suena la chicharra; acaba de
terminar la primera sesión del visionado y el típico sonido del encendido de un
equipo de audio hace que todos guarden silencio por unos segundos para concentrarse
en el próximo anuncio:
-¡Torres!...
¡Sr. Torres, favor pasar a visionado con el Maestro Vielma en la mesa número cuatro.
Todos miraban al solicitado. Era Marcel quien presuroso aparta la taza de café
y recoge su caja. Luego, de manera casi inconsciente, se persigna como
encomendando su futuro cercano a un ser divino. El resto de los chicos está a la expectativa y
cruzan miradas sobre los pequeños papeles que lleva en sus manos la chica de los
anuncios; algunos tratan invocar algún superpoder para leer el próximo
fotógrafo asignado.
Entre los encargados del visionado está Paco Vielma, el más veterano de estos
personajes cubiertos de un aura de alma buena, pero de esos que interrumpen el
silencio con comentarios directos, certeros, que parecen tocar la fibra más
oculta de un “transformer” para desencajarlo y convertirlo en un inofensivo
triciclo. Paco es un hombre de una amplia cultura visual, un poco entrado en
años y siempre con una sonrisa. Este hombre es un expendedor gratuito de palmadas en el
hombro. dado este comportamiento de panda con aguijón sólo hay dos maneras de recordarlo: o con mucho cariño o con profundo odio. Por supuesto que, dada la manera de plantear sus argumentos, ya había
sido el blanco de la chispa de humor que no deja de rondar las viperinas
lenguas de algunos participantes. Los
fotógrafos son agudos observadores que crean apodos tan fácilmente como
explotar cotufas en un caldero; de tal modo que Paco, en pocos minutos, ya tenía
sobrenombre, lo habían bautizado “HCL”; pues al parecer, el encuentro con este
sujeto tiene propiedades causticas.
A estas alturas bien pudiera decir que no hay de qué preocuparse,
pero… ¡No lo puedo negar!. ¡Yo los conozco bien!. Esos tipos como Paco nunca te
preguntan qué cámara usas. Siempre se hacen
los ignorantes tecnológicos, pero cada pregunta que hacen parece una mordida de
cascabel en el alma fotográfica del interpelado; son expertos en sembrar dudas, magos silenciosos
que intercambian el orden de las imágenes
como si jugaran a la bolita perdida bajo los tazones en una de esas
ferias de pueblo. Ellos son buenos maestros del camuflaje: ahora son amigos,
dos minutos después son fuertes críticos y un poco más tarde laboratoristas,
impresores, docentes que mutan en profetas para culminar siendo psicólogos y
consejeros que se desbordan en comentarios convirtiéndose en historiadores y
cronistas. De verdad, conozco a esos
personajes que tienden a interrogar y, cuando ya el aspirante tiene preparada
una respuesta, inician una nueva metamorfosis dejándolo con la palabra en la
boca diciendo: ¡No me responda en este instante! Sólo piénselo y más tarde lo
comentamos.
No
les miento, ciertamente ¡yo los conozco!.
IV
Marcel abre la puerta que lleva a la
mesa cuatro. ¿Será la puerta equivocada? sólo está identificada con un pequeño triángulo
de cartón negro en el que la blancura de las letras permite leer: Ex nihilo nihil fit. ¿Será esto
una especie de santo y seña que deba conocer? Unos minutos después, ingresa con
sus manos enguantadas en algodón Vielma, alias HCL; Crítico, editor y galerista
quien observará, analizará y conversará en torno al portafolio de Marcel cuyas
imágenes de pulcro marco de 30x40cm y llenas de color puedo ver desde mi altozano. Esta es su
primera vez; Quizás por ser novicio lo han asustado con aquello del protocolo
de la presentación. Lo cierto es que su
castidad pronto dejará de vivir en tiempo presente para convertirse en
experiencia.
Vielma no es parsimonioso. Al contrario,
se ve jovial. Deja salir un comentario de bienvenida para hacer más acogedor el habitáculo en el que el olor a tinta nueva
y a cartulina recién cortada emana de una hermosa caja de portafolio; no de una
vulgar caja de esas que vimos en el pasillo esta mañana cuyo cartón extiende su
acidez con olor a vino barato. ¡No! En esta, el aroma del lino se mezcla con la corteza de madera
recién cortada de un lápiz al que Paco le remata el filo haciendo trazos cortos
sobre una hoja mientras exclama: Ujum, ujum…Anja… Luego, abre la caja
Marcel no logra esconder un
pequeñísimo temblor en las manos al ver como su hoja curricular; aquella en la
que había reseñado todos sus estudios con docentes de reconocida trayectoria,
es puesta a un lado sin ser leída mientras Paco dice: -El papel habla en pasado
y lo hace en un lenguaje en el que la luz no habita. Mi respeto a tus maestros,
pero prefiero el asombro que los conjuga en tu obra.
Demos
inicio al visionado . (Qué extraña palabra esa de visionado ¿Cierto?).
-¿Cómo
te llamas? -Interpela Vielma
-
Marcel Torres
-¿Tiene
algún título tu portafolio?
-Sí,
“Los parques de Tánatos” Este es un trabajo que…
-Por
favor tío no me des tu lectura. Quisiera, de entrada, disfrutar lo que expresas
visualmente más que la justificación que intentas con la palabra.
V
Pude contarlas, son sólo 15 imágenes impresas
con pulcras pestañas de cartulina de conservación que Paco ha pasado a una
velocidad inusitada pero, a la vez, con una delicadeza que hace honor a los
años de experiencia en el tratamiento de
imágenes. En esta primera pasada parece buscar una interconexión entre ellas. Luego,
todo se apacigua y, en una segunda y lenta mirada, degusta las sombras, saborea
las saturaciones y las texturas. Sus pulgares e índices se mueven cerca de sus ojos como haciendo un
marco que le permite seccionar las imágenes mientras disfruta la composición,
la luz y el encuentro con la obra, Este hombre es un catador de vinos visuales.
Sus gestos son amplios y van desde la duda marcada en el ceño hasta la
satisfacción en su sonrisa pasando por ese efímero cierre de ojos mientras
levanta levemente su barbilla como si existiera un determinado olor de cada luz de lo fotografiado que llegara hasta él. Luego, se regresa a esta o
aquella copia y, con mucha seriedad, comenta:
-Este
trabajo me recuerda Stephen Shore, a Lewis Baltz ¿Conoces la soledad que emana en la obra
de Robert Adams? Te recomendaría en principio que revisaras los trabajos de “La
nueva topografía” e investigaras un poco en torno a las derivaciones que se dieron
a partir del fotolibro Uncommon Places
en el cual podemos encajar los inicios
de estas miradas. ¿Has visto los paisajes industriales de Diego Peris o la
decadencia industrial de Pedro San José? En estas imágenes aun cuando están expresadas
a color, encuentro la contemplación de Juan Ignacio Cañete ¿Has revisado imágenes
de ciudades muertas como Prípiat? Tu trabajo parece absorber un poco el
maravilloso concepto de Camilo José Vergara.
¡¿Qué? ¡¿Cómo?! -Resuena internamente en
la cabeza de Marcel- de pronto ha
chocado con un muro de ladrillos de historia, una especie de banco de datos
ambulante que se mueve de un lado a otro de la imagen conectando con una
máquina del tiempo. Apenas han trascurrido 10 de los 30 minutos de revisión y el joven
acaba de descubrir que durante meses de trabajo sólo logró reinventar la rueda
y descubrir que el sol existe; descubrió que no hay nada nuevo, nada original que
celebrar.
Afuera el reloj tic…tic…tic… Este primer intercambio
visual-oral es lo más cercano a dormir en el borde del barranco en el que la
vida es sólo la mitad de un riesgo. Tic… tic
La zona de confort ha sido invadida sin orden de allanamiento.
Tic… Los suiches comienzan a dispararse
hasta que un pequeño cortocircuito nubla la mirada de Marcel quien había abordado este proyecto impulsado por visiones que vivían en su cerebro día tras día y que le cobraban parte de su tranquilidad con horas de vigilia. Esas visiones en su incosciente se habían acumulando en una visualidad que silenciosamente se apoderó de él. Marcel había pasado largos periodos viendo e investigando trabajos
de otros fotógrafos para crear algo nuevo, una mirada nunca antes tratada, para mantenerse en el camino
virginal de la originalidad. Una originalidad que le diera el impulso para ser
alguien en este medio cuya masificacion avasallante lo convierte en un abismo dificil de sortear. Tanto encierro, tanto ocultamiento del trabajo para ser el
primero en mostrar este planteamiento y
viene este Sr. a insinuar unas tales derivaciones de un movimiento tal, en un
momento histórico en el que: Wah,
wah, wah,… (Algo tapona los oídos del joven). Ahora la
conversación parece continuar en un extraño dialecto de las islas polinesias.
El Sr. de los guantes se ha convertido de pronto en la maestra de Charlie
Brown que sólo balbucea: Wah, wah, wah
wah wah wah.
VI
En la pared, ni el reloj, ni la andanada
de referencias se detienen. Han pasado
casi 20 minutos de visionado. Nombres
van y fechas vienen, alusiones a fotografías nunca vistas por el aspirante.
Pero…, algo no concuerda en la gestualidad del Maestro: Este sonríe y hace gestos de asombro y de placer mientras
escudriña imágenes que bien pudiera atribuir a otros autores reconocidos. Solo faltan unos pocos minutos para que suene
la chicharra del viejo gralab.
Paco
felicita al aspirante por su originalidad. (¿?) Mientras este, con cara de
asombro, está tan confundido que no atina a decir palabras. Dentro de sí se
dice: ¡no entiendo nada de este tipo! Mis fotos; mi tema, mi técnica no tienen
nada nuevo ¿y me felicita por su originalidad?
-Sabes Marcel - expreso Paco- me ha
asombrado mucho tu trabajo. En él
existen claras derivaciones de una importante escuela americana de los años 70 que marcó diferencias
estéticas con la escuela de Dusseldorf . Tu mirada me ha hecho revivir a muchos autores
que han llenado mi vida de felicidad. Así que, de entrada, he podido comprender la forma en que manejas el lenguaje visual, y por ello comprendo tu discurso. Tu silencio me permitió leer de acuerdo a
mis experiencias pasadas y evocar discursos pasados como breves e importantes
citas en el tuyo. En los parques de
Tanatos -continúa Paco- la evolución técnica y el tratamiento de los soportes de impresión hacen aportes a esta
escuela de la que te he hablado, pero más que eso, creo que tu experiencia es
distinta; en tus fotografías Tanatos se alimenta de una ciudad que aun en la gravedad de sus
circunstancias experimenta una muerte suave. En ellas siento tu presencia
en el acto creativo como una sutil respuesta, hermosa, trascendente que responde a tu
momento histórico, a tu época, a tu realidad que dista medio siglo de la de muchos
de los que te he nombrado. Tus obras son
originales sin serlo al mismo tiempo: El acto de crearlas fue único e
irrepetible y logró transformarte en tu identidad autoral, pero al mismo tiempo
es una derivación temática de muchos otros autores que, por participoar de la visualidad, han influido, de manera consciente
o no, en tu decisión de mirar. Por otra
parte, estas impresiones en papel que me has presentado en tu portafolio son una
copia de la cual existen o existirán otras físicas o virtuales; ¿cuál será
entonces la original? Puedo decirte que siento el toque expresivo de tu
presencia; esa aura que Walter Benjamín creía perdida en la reproducción. El corpus
que me muestras, me permite conocer tus estados de ánimo a partir de las imágenes
a diferencias de otros portafolios enmarcados en esta línea en los que sólo veo
lugares fotografiados. Eso te acerca a la identidad de autor que tanto
buscamos en estos visionados. Amigo Torres, bienvenido al grupo de seleccionados. Me gustaría proponerte ante Moriart como uno de
los autores que puede tomar en cuenta para su trabajo curatorial en el XIII Encuentro Internacional de Fotografia. ¿Sabes?–
le dijo acercándose a su oído- Creo que William Jenkins hubiese pensado en ti para
una nueva edición de New Topography.
- Como cierre del visionado Marcel, me
gustaría obsequiarte un original
De
un pequeño sobre con más de 20 copias de la misma imagen, Paco le ha entregado una
de ellas en la que escribió: desistir de la agotadora búsqueda de la
originalidad es iniciar la danza con lo genuino “Ex nihilo nihil fit” Nada
adviene de la nada (Parménides).
Mientras Marcel recoge su alegría
salpicada en cada imagen; en el otro cubículo,
los 8K de seguidores no han podido sustentar una genialidad sin argumentos del
otrora centro del sistema solar. El trocito de pan se ha agotado en el estanque
ante la pérdida de energía de los dispositivos de red y los peces van, de
pasillo en pasillo, en busca de otro objeto flotante.
Mientras salgo del recinto, miro el
viejo reloj y siento que Cronos sonríe con una satisfacción infinita.
@Wilsonprada