@Wilsonprada
@pradawilson
Luego de la
intensa relación con la imagen familiar y social, la adolescencia fotográfica llega a nuestro encuentro; ahora, la cámara comienza a cautivarnos por su capacidad de comprimir la mirada. Soñamos
con ella como un cuerpo deseable mil veces expuesto en las vitrinas en las que
el vidrio y el precio nos impiden, en principio, una relación cercana, íntima. Allí y ahora,
está expuesta a nuestros ojos en su materialidad palpable o en sus etéreas manifestaciones
en los links a los que nos invitan como para aumentar la necesidad de un acto de masturbación. Ante nuestro deseo se hace hermosa,
elegante, como una espía del mundo que aspira estar rodeada de costosos
obsequios: objetivos, correas, vestuarios y joyas cubiertas de negro. que justifican el desembolso de todos nuestros bienes. Esa
atención nos recarga de hormonas por lo que desata una extraña lujuria que, de manera
silenciosa, se apodera de nuestros sentidos y nos hace ver esa dupla cuerpo-lente
como partícipes ideales para un ménage à
trois.
Ahora lo importante
es el acto amatorio hacia el objeto deseado. Un cuerpo ataviado de suaves
botones capaces de aceptar toda condición impuesta por los habilidosos dedos de
su dueño. Un cuerpo, sólido con olor a salpicadura de envidias vengadas. Un
cuerpo esclavizado cuyas ondulaciones permiten asirlo suavemente para, después...Ahhh! esta dulzura
permite que el índice procure el enfoque perfecto. La respiración se contiene
mientras, en fracciones de segundo, desata su fuerza y escucha los frenéticos
chasquidos causados por disparos que despedazan las dianas dibujadas
imaginariamente en el visor.
Cada salida con
esta nueva amante nos permite compartir una carga de historias. Ella debe ser
vista y deseada por todos, convertida en símbolo de poder. El tema o el
registro de lo que nos rodea es una excusa para saciar nuestras ansias de
posesión con ella tomada de su empuñadura. El entorno apunta al uniforme que alimenta a eros: pose
de fotógrafo, camisa de fotógrafo, mochila de fotógrafo. Ahora se es parte de
una tribu más selecta que prefiere los logos a los libros, los tutoriales a las
aulas, las etiquetas al discurso, los “likes” al lenguaje. Ahora solo importa ella y su protuberancia.
Durante esa
juventud vestida de “yo tengo” y tatuada de marcas, sólo se habla de precios y
de exactitud de captura. Ergo, ojo y cerebro son una extensión del fabricante
que impone su pléyade de cajas doradas, negras y rojiblancas como nuevas
neuronas reemplazables y autolimpiantes.
El joven fotógrafo
se replantea la identidad en la búsqueda de su aceptación; esta vez, ya con su
atavió tribal, y luego de estudiar al líder exitoso, madura su yo “maniquí de
publicidad gratuita”. Ante la necesidad
de ser aceptado, esta nueva figura de redes comienza a desplazar la cámara como
cuerpo para concentrarse en algo aún más llamativo: un lente más voluminoso,
más eros, más arma; así que se presenta a cada encuentro con un lente que funge de miembro
hipertrofiado, un túnel con alma de cristal que irradia lfuerza para auto estimularse.
Un artefacto cuyo color y longitud llama la atención de los desposeídos quienes
son convertidos en pequeñas y miserables criaturas que pasan desapercibidas durante la larga caminata
convertida en pasarela. En este espacio, es donde la vanidad se alimenta de esa
virilidad prestada.
Al final de la jornada el afortunado poseedor de semejante miembro, desparrama sobre la mesa una decena de imágenes firmadas y troqueladas que, con una marcada trepidación, inmortalizan los juegos del pequeño pudlle del vecino de al lado que suvcumbe ante la capacidad de acercamiento. Mañana buceará a la chica del edificio y luego...Bueno; siempre habrá otro adolescente con las hormonas a flor de piel.
Muy pocos
individuos se interesan más allá de este encuentro con la fotografía….Nosotros
somos algunos de los sobrevivientes.
De “los encuentros
mundanos con el fotógrafo, la fotografía y la fotograficidad” pag.25
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