miércoles, 3 de febrero de 2016

DE LA LUZ QUE HABITA EN LA MEMORIA



         Con el paso del tiempo, el conocimiento se afianza de una manera peligrosa: Se ordena en sus contenedores donde la taxonomía asume el poder. La clasificación y las categorías parecen solidificarse y enmohecer los anaqueles. Poco después, el orden levanta sus ladrillos entrecruzados formando un esquema geométrico, un espacio en el que dibujamos puntos y rayas fronterizos como en los mapas antiguos. Colocamos alambradas de convicciones cuidadosamente afiladas como cuchillas. Luego, en esa delimitación, tratamos de introducir toda teoría, todo argumento independientemente de su forma. Ese orden construye nuestra lógica particular de comprender mundo. 

         De vez en cuando regreso bulliciosamente a mi lógica de niño y disfruto el juego de voltear contenedores, el juego de encontrar los pasadizos que bajo las alambradas han hecho los perros. Disfruto mezclar con cierto morbo lo que ya estaba ordenado, abrir ventanas sacando uno que otro ladrillo al azar. Así, dejo que la luz ingrese para revitalizar el espacio antes oscuro. 

            Ahora, sólo basta sentir  lo indescriptible del asombro que ilumina el rostro de la memoria. Aquí, en este espacio, la física parece encontrar en la literatura su alma gemela. Más al fondo, la filosofía descubre que el arte le es infiel y aun así intenta comprenderlo Allá, la imagen abraza al texto y pretende hijos legítimos y fértiles en vez de amamantar esas ajenas y extrañas quimeras que habitan las sombras. En lo alto, en los anaqueles ahora iluminados, la música intenta alejarse de la madera y el bronce mientras sueña con ceros y unos disfrazados de fusas. 

             Días después del lúdico desastre, la lógica con la que trato de comprender el mundo se sienta a la mesa con el quizás. Luego, alimenta las interrogantes con signos de admiración a los que pueden doblarle la columna para que se les parezcan y sentirse en familia.

            Por eso, siempre he pensado que la duda es una consecuencia cuando nos visita, pero una causa cuando acudimos a ella. Este juego complejo y maravilloso es lo que quisiera definir como problematización.


Extracto de  La fotografía inacabada. Definiciones necesarias. Pág. 9  @Wilsonprada 2016

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