viernes, 5 de febrero de 2016

A PROPOSITO DE LOS SALONES: Enfrentando al espanto del cuero una vez que se ha matado el tigre


                      
                                               Primer acto
 
          En esta temporada de salones y becas a los que se aplica via web  es cuando el oficio de taller del artista, o de quien pretende mostrarse en el sistema, nos asalta como un espanto que esperaba el momento adecuado para salir de entre los laureles ya exhibidos en las listas de aceptados. Sí, lo logramos; estamos en la lista de quienes pueden mostrar un trofeo de la cacería de grandes felinos

          Allí, en la mesita de noche, la lista cuida cada sonrisa y cada like por el disparo que mató al tigre. Mientras, tras la puerta, el cuero aun con la humedad de sus capas internas y dando pequeñas señales de descomposición, nos mira de una manera perturbadora. Ante esto, creemos escuchar una respiración fuerte y una risita de esas de películas de suspenso. Sí, un sonido casi gutural (cargado de ironía diría yo). En esa penumbra, la piel parece esperarnos para tomar un desquite y su primera venganza serán  las preguntas certeras para  desencajar la  extrema seguridad que nos brinda esa arma cuyo obturador no tiene siquiera un rastro de piedad.  
    
          De un salto,  esa cosa casi convertida en alfombra sale de su rincón enfrentándonos con una voz  de tigre de zucaritas de Kellogg´s.


          -¡Aja! asesino con camara fotográfica ¿y ahora…qué? ¿Cómo vas a imprimirr esa vaina en una semana? ¿Recuerdas  cuando mi cuerpo aun pegado a mi estaba acorralado y te miraba con ojos de gatito de Shrek mientras lo apuntabas y te preguntó si tendrías suficientes recursos para culminar mi velatorio? ¿Recuerdas que te habló de otras presas menos problemáticos y más fáciles de atrapar? ¿Recuerdas que ya casi separados mi cuerpo y yo te preguntamos quién iba a curar y montar esa piel en tan poco tiempo ¿Dónde está el marco que me extenderá ante la mirada ajena de críticos y espectadores?

          Bueno, no está fácil responder rápido ante el susto; por lo que uno  solo atina a demostrar su dominio de un extenso vocabulario
-Ahhh…Buehhh, Ehhhhh, Ehhhhh...
(Casi siempre ante la imposibilidad de esgrimir un  argumento,  la primera respuesta es proyectar la culpa hacia el sistema o,  mejor aún, fingir demencia.) Asi que,  aun conociendo con suficiente antelación las bases de la cacería exclama :
-!Ellos deberían dar más tiempo!
¡Ellos deben tomar en cuenta las limitaciones de la realidad del país!

           Como en este cuento todo se parece igualito a lo que en realidad somos,  se escucha una “voz en off” que grita desde las gradas del teatro: ¡Ese es el mismo país en el que usted le disparó a un tigre con un rifle de reconocida marca que escupe municiones de calibre Raw  y las procesó en un ordenador por los que hizo muchos los sacrificios económicos!

(El Director sale a escena y se disculpa)
-Perdón por la interrupción amigo lector. Ya la seguridad del teatro ha sacado al espontaneo.
!Bien!, ¡Sigamos con lo nuestro!.
(El cuero toma forma y posición de tigre. -Bueno, ni modo que de conejo- Se acerca al cazador y le dice:)
- ¡Bien! si mi madre hubiese tenido alas yo fuera un avioncito. Tú no hubieras matado mi cuerpo y no estaríamos hablando de cuero a fotógrafo. Ok. whatever. Te propongo que mientras me adapto al frío que produce no tener mi calidez muscular, hagamos un acto de reflexión en cuanto a tus sueños como cazador. Desearía leerte unas líneas que le escribí al último ser que nos mató antes de que el ministerio decretara con fuerza de ley la obligatoriedad de la resurrección de los tigres para que nadie quedara sin trabajo.

                                   Segundo acto

 
          la escenografia solo muestra un divan y una silla reclinable en la que el cuero lee alguanas citas marcadas.
(Se escucha la voz en off pero esta vez del director de escena)
 -Silenciooo que la vaina va en serio-
(Aquí el lector debe utilizar voz de cuero de tigre que pone cara de seriedad y tono intelectual diciendo:)

Como en toda actividad creadora y con la intención de categorizar lo el artista produce, la sociedad establece una dicotomía: Una bifurcación en la cual se separan aquellos que, apegados al sistema de proposición, exhibición, legitimación y comercialización; generan una obra, y los que, fuera del sistema, producen una fotografía con más libertades y cuyo fin último no está delimitado en modo alguno por e campo del arte  por lo que normalmente su trabajo final no es legitimado como obra. “

         Este último es un fotógrafo (en cuanto cazador de instantes) que tiene la capacidad de la observación, el rastreo y la espera. Algunas veces caza para comer o para dar rienda suelta a su necesidad de autolegitimarse. Este creador siempre lo logra para su crecimiento como persona dentro de su grupo social.

          Pero el primero; ese que escogió estar en el sistema, desea mostrar sus trofeos, confrontar sus pieles y convertirse algún día en autor. Ese debe reorganizar sus procesos para lo cual se deshace durante en el acto de la cacería de todo lo que pesa o incomoda; vende todo lo que lo pone en evidencia ante el tigre, todo lo que a lo largo de la travesía ha demostrado ser inútil, se sacrifica en función de crear el habitáculo de trabajo lleno de materiales y recursos para extender la piel de manera exquisita (un ritual  aprendido en el tiempo invertido en investigación y educación) hasta llegar a una culminación que le permita mostrar las sutilezas de las texturas sin interferir con brillos molestos. Un montaje que evite que los hongos y los insectos terminen por hacer su propia cacería.

          Más adelante, debe hacer un flujo de trabajo que le permita culminar su acción desde el disparo hasta la exhibición. Así que, por lo general, busca un maestro en el curado de pieles., Estudia los espacios de exhibición y destina una cierta cantidad de recursos económicos que le permitan desarrollar un diseño de presentación que se adapte a sus necesidades expresivas. Ese habitáculo en el que el fotografo se concentra en la fotograficidad, induce la comunión con el final de la fotografía y es lo que hace que un cazador de imágenes ya adulto  tenga un estilo de mostrarse que le haga reconocible entre la masa de imágenes colgadas en las paredes.

         “una vez comprendida este acción final del trabajo creador, el camino ha sido trazado en el marco del oficio de artista. El hábito del taller se impone y el producto, ya sea físico o virtual, es la base para la construcción de una identidad inseparable del autor que, por lo general, lo hace visible ante la crítica. El autor deja de ser sólo reconocible por su presencia, su exposición a los medios, su performance en el mundo, del mercado. Más bien, deposita ese acto de identidad en una manera de hacer, un estilo, una visión particular”

          Ya resuelto esto es cuando el cazador decide salir a dar rienda suelta a la expresión libre de sus discursos visuales. En ese momento, la participación es una oportunidad de encuentro con la mirada ajena; ya puede escoger donde participar porque cada una de las imágenes enviadas vía web o en su materialidad presencial, estarán respaldadas por un taller y unos recursos que más que llevarnos al éxito de ser aceptados o no, premiados o no, siempre nos conducirán a reafirmar que somos lo que siempre quisimos ser: fotógrafos de oficio.

         La reflexión entonces es a redireccionar nuestras inversiones hacia el acabado que materialice la obra; pues, esto es más importante que la posesión de accesorios cuya utilidad se hace dudosa en nuestro camino de cazar felinos. 



          Asi amigo que esperaré que los hongos celebren sobre mi su ultima cena pero no avalare tus temores a mipresencia despues de haber matado en vano mi otra mitad. Debes entender que los artistas no matan tigres; los crian y los reinventan para convertidos en pieles eternamente vivas. 

          (Afuera se escucha aun al espontaneo que sacaron temprano exigiendo que no le echen la culpa a quien reparte los garrotes sino al ciego que anda con la camarita)

Nota: las citas son de “La mirada ajena” @Wilsonprada páginas 37 y 38

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