“El cuerpo es el texto hecho carne”
Donald Kuspit
El
encuentro con el cuerpo desnudo en la fotografía autoral es parte de un asombro sui generis. Más que el encuentro con la piel, es un
instante de disfrute de la luz, la forma y la textura lo que lo hace visualmente interesante, que no
apetecible.
El desnudo fotográfico, es capaz de establecer un puente entre la
proyección de los pensamientos intimistas del autor en su mundo psíquico y la
concreción de estas sobre un sujeto-piel muchas veces ajeno y en algunos casos
propio
La
poca cantidad de superficie en torno a la cual se circunscribe la creación hace
que las nuevas propuestas en este género sean bastante escasas. De alguna
manera, esta limitación obliga a reducir
el campo de visión a un escaso entorno.
La mirada se pasea entre el detalle y la
extensión corpórea. La luz enmarca la forma dejando la anonimia
entre las sombras, mientras que
algunos autores se internan en la relación de la desnudez y lo que la
circunda, creando distintas estrategias que le permitan compartir esas visiones fotográficas en el marco de las
convenciones sociales que determinan, para cada grupo humano y cada época, unos
parámetros de censura.
El pecado original permitió que la concupiscencia gobernara la desnudez: así el ordenamiento religioso dio una explicación a la verguenza biblica. Un religioso ordenamiento que pasó a ser el primer antepasado de la censura y que
dividiría el cauce del comportamiento humano ante el cuerpo sin vestiduras en la sociedad occidental. Esa vergüenza convirtió la desnudez en una
visión culposa heredada por la fotografía.
Es cierto que el artista intenta romper
estas barreras expresivas mostrando cuerpos que se adapten a sus respectivos
momentos históricos. Pero, también es cierto, que abonan el camino para nuevas
convenciones sociales y nuevas censuras, independientemente de que ese
ensanchamiento de fronteras lo haya llevado a cabo un Augusto Bellock o Drtíkol, Weston o Bil Brand, Manuel Álvarez
Bravo o Maplethorphe. De tal modo que coincido plenamente con
Richard Dyer cuando plantea el desnudo en
las artes visuales como una serie de estrategias en una estructura de
convenciones sociales que ya estaban muy
bien adaptadas al desnudo en las artes plásticas.
Augusto Bellock |
Tal vez, la percepción de realidad que se le asignaba a la fotografía hasta
bien entrado el siglo XX impidió mostrar abiertamente intenciones estéticas en
el desnudo fotográfico, circunscribiéndolo a un mercado de imágenes prohibidas que
fueron consideradas, en muchos casos, como productos de la pornografía. Por
supuesto que, los cambios impulsados por
la industria cinematográfica, Las
experimentaciones para deslindar a la fotografía de la realidad y convertirla
en una reinterpretación de ésta a través del cuerpo (Rjlander, Demachy, Man Ray
entre otros) generaron un protagonismo
del desnudo en los círculos intelectuales. La idea del espectador
voyeur se fue perdiendo en la medida en que el desnudo logró algunas muestras
de masificación y esto hizo que la
fotografía del cuerpo pasara, de la
observación furtiva, al goce de la contemplación.
Esta
apertura de la visión del cuerpo que estamos tratando, fue una importante
estrategia de mercadeo que, hasta la fecha, ha
mantenido viva la industria editorial y la industria gráfica del desnudo,
abriendo una brecha cada vez más amplia entre la sensualidad, el erotismo y la
pornografía. Esta aseveración se afianza en los distintos niveles de un tratamiento sígnico que va, desde la
connotación a través de la forma, el volumen, la iluminación y el tono; hasta
lo más denotativo como la imagen explicita en la que la desnudez es un elemento más para la publicidad así como una excusa para el uso del cuerpo como mercancía. Actividad esta
última casi siempre camuflada bajo el
manto intangible del arte.
Pudiéramos
pensar que por eso, mientras fotógrafos
como Weston, Saudeck, Coplans, Álvarez
Bravo, entre otros; problematizaban la luz sobre la forma en la búsqueda del
goce estético; otros más conocidos en el
comercio de imágenes como Hugh Hefner fundador de playboy (1953) , además
de fotógrafos-empresarios como Bob Guccione,
fundador de Penthouse (1965) o
mercenarios como Larry Flint -el editor de
"Hustler"1974-conformaron una industria
fotográfica de técnica impecable, destinada a ser cada vez más agresiva y explicita. Así como más
capaces de vender cada cuerpo como un objeto perfecto del deseo, catapultando
el desnudo fotográfico como mercancía.
Betty Page Play Boy 1953 |
penthouse 1965 |
Tal
vez allí radica la gran diferencia entre el desnudo comercial y el desnudo de
autor en la fotografía; pues, el primero provoca, el segundo evoca. El primero
muestra las bondades físicas de quien
posa como modelo con una clara idea de identificación en un entramado
promocional; El segundo, es una empatía autor-sujeto-luz-textura que aleja
la función identificadora y pone en marcha la función estética. Basta ver los
tratamientos autorales de Von Gloeden, Ramírez, Bill Brand, Newton, Avedon, Clergue, Loup Sieff,
Maplethorphe, Schatz, Araki, Tanako, Kamper, Navarro, entre otros; que hicieron aportes a una mirada conceptual de la fotografía del cuerpo.
Hace ya tiempo que el camino muestra una dicotomía que hoy día parece un
punto de fuga pues, sus líneas parecen cruzarse en el horizonte. Ahora, se
mezclan visiones de ambas tendencias en una reinterpretación cada vez más
compleja de la relación cuerpo-concepto. El Caos visual amalgama lo grotesco y lo sutil. El “Cyborg”
toma forma en un cuerpo fragmentado a partir de visiones en las que el color
predomina. La piel interactúa. La imagen tiene una fealdad que se acerca a
nuestra cotidianidad y ayuda a la aceptación del cuerpo-masa; por lo que
pudiéramos hablar de una hermosa fealdad
inmersa en la estética de lo feo tan difundida en nuestro entorno por
Witkins, Serrano, Garrido o Marcos López.
Joel Peter Witkins |
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